¿Por qué es tan difícil resistir la tentación de pecar? Incluso si sabes que no debes hacerlo, sigues haciéndolo. Te sientes culpable por un momento, juras que no lo volverás a hacer y, poco después, una vez que la vergüenza haya pasado, deseas volver a hacerlo.

El pecado es físicamente adictivo porque, a menudo, pecar es inmensamente placentero, como lo son la mayoría de las drogas a corto plazo. Pero al igual que ocurre con otras drogas, con el pecado, sin importar la cantidad que se consuma, siempre se ansía más a medida que se avanza por el camino de la ruina.

Se ha escrito mucho sobre cómo resistir el pecado, cómo resistir la tentación y cómo librar la guerra espiritual. Estas técnicas son esenciales. Es importante orar y permanecer cerca de Dios para que te ayude a reprogramar tu mente.

Pero para mí, el punto de inflexión en mi batalla contra el pecado no llegó cuando traté de luchar contra mis impulsos pecaminosos. En cambio, el cambio se produjo cuando acepté: tengo impulsos pecaminosos, disfrutaría bastante a corto plazo si los siguiera, podría tener una vida decente si siguiera ese camino, y ese camino siempre está abierto para mí si quiero volver a él.

Gran parte de la razón por la que luchamos con el pecado es porque luchamos con la culpa de querer pecar. No queremos que nos guste. Pero creo que es una mala interpretación. Está bien desear pecar; eso es parte de tu naturaleza pecaminosa al vivir en esta tierra. Así que la diferencia entre el pecador y el cristiano es que el cristiano es tentado y luego toma una decisión que dice: «Sí, quiero esto y me gustaría mucho que cometiera este pecado. Pero hay algo más que quiero aún más que esto, y estoy dispuesto a renunciar a este pecado por lo que quiero aún más. »

Está bien desear pecar; eso es parte de tu naturaleza pecaminosa al vivir en esta tierra.

Es posible que incluso sientas pena por dejar de lado ese pecado que tanto disfrutaste porque sabes lo bien que te hace sentir y cómo la vida será un poco más difícil sin él. Eso también está bien. Son tus acciones y planes los que se juzgan, no tus pensamientos.

Sacrifica tu pecado para acercarte a Dios.

Sacrifica tu pecado para acercarte a Dios. Una vez que hagas esto, te sorprenderá la cantidad de ancho de banda mental que tienes. Ancho de banda que anteriormente estaba involucrado en tu lucha contra tu adicción al pecado. Tendrás más energía, escucharás la voz de Dios con mayor claridad y comenzarás a tener más propósito en tu vida.

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